Salón de Belleza

Patricia Gorocito

Salón de BellezaSi la muerte no es sólo la muerte física, el moridero podría ser leído como un cementerio de muertos vivos 

Mi ponencia está centrada en torno al cuerpo humano del siglo XXI en la figuración que recibe en un texto literario: Salón de Belleza, novela del escritor mejicano Mario Bellatin, publicada en 1994.

La narración da cuenta de lo que ocurre en un espacio, el salón de belleza que ha atravesado una transformación radical al convertirse en una suerte de depósito a donde van a pasar sus últimos días enfermos terminales. El relato está a cargo de una voz narrativa en primera persona, de un peluquero travesti, enfermo también él. En la novela de Bellatin, los cuerpos enfermos son descriptos como contaminados, invadidos, aprisionados y desfigurados por la enfermedad, es decir son representados no sólo como cuerpos que sobran a los que hay que eliminar. La enfermedad aparece nombrada a partir de la metáfora de la peste, es decir a partir de la separación, la exclusión y la purificación.

Bellatin pone el acento en una especie de deslizamiento en el cual el cuerpo enfermo deviene puro desecho, puro material que ya no puede sostener ninguna identidad ni ninguna forma de derecho.

La novela es el espacio en el que se narra más que la experiencia de la muerte, la de la postergación continua. El moridero es un lugar límite adonde buscan refugio quienes ya eran marginados, la tarea del ex peluquero en el moridero es aglomerar cuerpos desahuciados.

El Salón de Belleza engalanado por espejos que reflejaban los efectos del enmascaramiento estético deben ser tapados para ocultar el deterioro de los enfermos. Los cuerpos están allí en transformación, en suspenso, próximos a la muerte. La enfermedad que los aqueja en ningún momento se nombra pero el lector tiene suficientes indicios para sacar sus propias conclusiones.

Si la muerte no es sólo la muerte física, el moridero podría ser leído como un cementerio de muertos vivos.

La lectura de la novela de Bellatin me ha permitido abrir una reflexión especulativa acerca de las dos muertes mencionadas en el Seminario 7 La Ética del Psicoanálisis de Jacques Lacan.

Me refiero al capítulo  XXI “Antígona en el entre-dos -muertes” .

En ese capítulo Lacan habla del héroe, sujeto llevado al límite en la tragedia.

El tema – entre la vida y la muerte – es el tema de la novela de Bellatin.

Por lo tanto sus personajes transitan ese lugar o ya están más allá de todo límite posible.  Quedaron por fuera del límite, son tratados como desechos. Portadores de la desgracia, son muertos en vida. Los neuróticos nos detenemos antes de ese límite, salvo los héroes ¿Y qienes son los héroes?

La novela está ambientada en un suburbio, cerca de Ciudad de México, en la época contemporánea. Nuestra época al decir del poeta Unamuno perdió el sentimiento trágico de la vida. Falta el brillo de Antígona.

La referencia al sintagma en el entre – dos – muertes significa que se pierde la dimensión del ser y el sujeto deviene objeto. Es decir, que impera la desubjetivación, el anonimato de los cuerpos, se pierde la singularidad (1).

En la modernidad líquida no todo es tan evanescente como parece. La pulsión de muerte siempre retorna. El empuje al goce es intenso.

Hablar con el cuerpo, las crisis de las normas y la agitación de lo real convoca a pensar las nuevas formas de sacrificar los cuerpos. Los nuevos suplicios.

En este mundo globalizado, tan  interconectado, tenemos por un lado la carencia y el olvido y por el otro la automutilación; todas las intervenciones a las que sometemos a nuestro cuerpo, pequeños sacrificios al servicio del nuevo Dios.
¿Será que la iglesia con su Cristo coronado de espinas hacía de punto de capitón y nosotros contemplábamos ese cuerpo sacrificado y ahora  que Dios ha muerto retorna el suplicio de la carne? Los cuerpos no son sagrados.

En la novela se trata del olvido, cuerpos que mueren y van a parar a una fosa común, salvo uno. En el entre-dos- muertes pasa a ser en este texto una zona de puro goce. Pero hay una excepción y el brillo del deseo ilumina la trama.      

El narrador es sorprendido en su falta. Sin quererlo, desea. Es allí donde hay una posibilidad. La emergencia de un sujeto singular que con su falta deviene sujeto y ese deseo lo salva a él y al joven moribundo de ser puro desecho.

Ese joven merece sepultura porque lo ama; no es un moribundo más, es su enamorado. Él no deberá ir a la fosa común, muere acompañado y tiene un deudo, el narrador que sin querer y sin saber, sorprendido por la contingencia de su deseo, le da sepultura. 

Por último, es posible plantear si en la modernidad se ha agotado el sentido trágico de la vida, como resto queda aún la alternativa de consumar el amor en el brillo fugitivo del deseo.       

 

(1) Lacan El Seminario La Ética del Psicoanálisis Capítulo XXI Antígona en el entre – dos – muertes

Patricia Gorocito é psicanalista e professora da Faculdade de Psicologia da Universidade de Buenos Aires, na Argentina

Data de publicação: 20/02/2014