Felicidades

Patricia Gorocito

FelicidadesAunque todos los hombres persigan la felicidad, cada uno encontrará un bien supremo diferente 

“Felicidad Clandestina” se llama un bellísimo cuento de Clarice Lispector, en el cual  la autora describe con majestuosidad lo maravillosamente absurdo que puede ser ese sentimiento. Pienso que la alegría y la tristeza son pasiones sublimes que logran salvarnos del espectáculo mediático y ridículo de “una felicidad para todos y a la fuerza”, como dice Jorge Forbes.

Estas dos pasiones ya fueron estudiadas profundamente por el gran filósofo Baruch Spinoza, que fue un rebelde en su tiempo. Estas pasiones también lo son. En su libro Ética, Tratado Teológico Político, dice: “No reconozco afección alguna primitiva fuera de estas tres: deseo, alegría y tristeza”.

El sistema mediático y mediocre puede obligarnos a bailar en carnaval y a comprar corazones de chocolate para el día de San Valentín, pero lo que no puede es obligarnos a ser felices o a estar enamorados. Por suerte, el misterio, el secreto y la felicidad clandestina insisten en permanecer en nuestros corazones.

Aunque todos los hombres persigan la felicidad, cada uno encontrará un bien supremo diferente. Todos queremos ser felices, pero para cada persona esa palabra remite a un significado diferente.

Ya lo decía Freud en El malestar en la cultura “el programa que nos impone el principio del placer, el de ser felices, es irrealizable; empero, no es lícito - más bien: no es posible - resignar los empeños por acercarse de algún modo a su cumplimiento […]”.

Luego, es posible decir que hay sujetos que están bien en el mal y otros que están mal en el bien. También Freud señaló estas características en su texto “Más allá del principio del placer”. Y por supuesto Lacan vuelve sobre este asunto planteado por Freud introduciendo en sus escritos el término goce que justamente es todo lo contrario al placer.

A esta altura, le damos la razón a Freud; la felicidad es imposible, pero no hay motivos para dejar de buscarla. A pesar de todo el anhelo de felicidad es posible, pues si ya sabemos que la felicidad no está en ningún lado, entonces tenemos la libertad de experimentarla en nuestro corazón y cada cual a su manera.

Es posible alejarnos de los distintos modelos de domesticación que nos impone el poder y ejercer nuestra libertad. Hacer de la vida una obra de arte, diría Foucault. Entonces, la felicidad aparece como el arte de saber vivir. Un saber respetuoso de la singularidad de cada quién. Un acontecimiento en el propio cuerpo, pura experiencia de existir. Aceptación de sí. Amor Fatti.

Con respeto a la clínica psicoanalítica consideramos que esta búsqueda se sostiene en una ética de la singularidad, la responsabilidad y la invención. Por supuesto que para sostener esta posición subjetiva hace falta coraje para aceptar la soledad necesaria en la toma de decisiones sin modelos o ideales que nos marquen un camino a seguir.

Cualquier consejo, manual de autoayuda, categoría o definición del bien y del mal están al servicio de la domesticación. Vengan estos consejos del Estado, la publicidad, la opinión ilustrada, la tradición o lo ideales. Todos son dispositivos de control que tienen como objetivo imponer falsos itinerarios que aseguren una felicidad empaquetada.

Porque la felicidad es solamente clandestina. 

Patricia Gorocito é psicanalista e professora da Faculdade de Psicologia da Universidade de Buenos Aires, na Argentina

Data de publicação: 16/01/2014

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